Chiclayo ha sido escenario de uno de los crímenes más crueles de los últimos meses... Un hombre fue quemado vivo en la combi en la que trabajaba... A continuación conozca los detalles de uno de los casos policiales que ha conmocionado el norte del Perú.
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Celso Anton Navarro tenía 48 años y trabajaba como chofer de combi para sostener su hogar. Padre de cuatro hijos y abuelo querendón, Celso era de carácter afable y tranquilo. Llevaba 25 años manejando vehículos de transporte público y jamás protagonizó trifulca alguna. La Paisana, como lo llamaban cariñosamente sus compañeros de trabajo, soñaba con tener su propia combi. Sin embargo, su sueño quedó en solo eso un sueño, una válida aspiración.
Celso hoy está muerto. Sus hijos, sus amigos y sus compañeros lo lloran y claman justicia. Y es que Celso es solo un ejemplo de la violencia que hoy vive Chiclayo en el sector transporte. Al cobro de cupos por parte de bandas de extorsionadores que operan desde el penal de Picsi, se suma otra forma de violencia, aún más absurda e incomprensible.
Eran las 9:30 de la noche del pasado 24 de agosto. Había terminado la jornada laboral. Como todos los días, Celso se prestaba junto con su cobrador Luis Mera a guardar la combi en una cochera ubicada a solamente tres casas de su domicilio en el asentamiento humano La Pradera. De pronto, cuando Luis ya se había bajado de la combi para abrirle el portón a Celso, aparecieron dos sujetos: uno de ellos encañonó a Luis y el otro se acercó a Celso, quien estaba en la combi. Mientras Luis forcejeba con su atacante, el otro sujeto le preguntaba a Celso si la combi era del Español. Y aunque Celso insistía en que No, el sujeto no le creyó. Sin dejar de apuntarle con la pistola, cogió la galonera que llevaba y le dijo: "Voy a incendiar la combi". Celso ya no tuvo tiempo de reaccionar, el sujeto le roció gasolina en las piernas y el pecho, roció también los asientos de la combi, prendió un fósforo y lo lanzó. El sujeto estaba quemando la combi con todo y chofer dentro.
Mientras los criminales huían en una moto, Celso se convirtió en una antorcha humana. Se tiró del auto y por más que los vecinos intentaron ayudarlo poco se pudo hacer. El 65% del cuerpo de Celso presentaba quemaduras de segundo y tercer grado. Por más que Celso luchó por su vida, su corazón no aguantó y dejó de latir, tras cinco días de agonía.
Pero ¿quién odiaría tanto a Celso como para asesinarlo tan cruelmente? Inicialmente se especuló que el salvaje ataque provenía de las bandas de extorsionadores, una modalidad de cupos por seguridad que ha invadido el norte del país: delincuentes que exigen a las empresas de transporte el pago de tres soles diarios por cada unidad para garantizarles que sus vehículos no sean atacados ni robados.
Sin embargo, hoy, el caso dio un giro de 180 grados. El condenable crimen de Celso, según la Policía, es producto de un lío interno de la empresa de transporte para la que trabajaba. Socios mayoritarios y minoritarios se han enfrascado en una pelea de nunca acabar por el manejo de la administración de esta empresa que cuenta con más de 100 combis y genera, según cifras oficiales, no menos de s/. 13 000 mensuales.
El presidente del directorio de la empresa Virgen de La Pradera y La Plata, el español Francisco Benesenes y su gerente, Jorge Peralta, culpan del crimen a los socios minoritarios encabezados por Raúl Manayay, dueño de la combi que Celso manejaba. En tanto, Manayay culpa al Español y a Peralta del asesinato al asegurar que todo fue preparado por él en represalia a los juicios que le ha emprendido a la actual administración. Solo las investigaciones darán con los verdaderos resposables.
Lo cierto es que Celso no era socio de la empresa, no era dueño de una combi, La Paisana era un simple chofer que se ganaba diariamente el pan para sus hijos. Víctima de una pugna interna ajena a él, que ha alcanzado un límite insospechado de violencia, Celso murió ante la impotencia de familiares y amigos a quienes solo les queda confiar en que otro humilde chofer no viva el mismo infierno.