"¿Me matarán?", pensaría... quizá... mientras los aguaitaba. Desnudo, inmovilizado, aterrorizado. "Asegúralo... asegúralo bien", habría dicho... quizá... uno de sus victimarios. Así, me imagino, pudieron ser sus últimos momentos antes de sentir en su adolorido rostro el polo oscuro que acabó con su vida.
Roberto Izquierdo tenía 51 años de edad, era soltero y un experimentado estilista. Puertorriqueño nacionalizado estadounidense, vivía en Nueva York. Su rostro afable y su look casual desentonaban más bien con su carácter reservado.
Roberto Izquierdo tenía 51 años de edad, era soltero y un experimentado estilista. Puertorriqueño nacionalizado estadounidense, vivía en Nueva York. Su rostro afable y su look casual desentonaban más bien con su carácter reservado.
Christian Arcasi tiene 26 años, es padre de familia y se cachuelea como obrero. Es deslenguado, descortés, lo que llamamos aquí un malagracia. Su apodo es Melcocha por su parecido físico con un cómico muy popular entre los peruanos.
Carlos Alberto Cueva tiene 29 años, es soltero e instructor de gimnasio desde hace cinco años. Es agraciado, pero malvado. Gusta del dinero fácil; es frío y calculador. Lo conocen como Fortachón por el cuerpo bien moldeado que luce.
Melcocha y Fortachón son fleteros y, además, asesinos confesos.
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No era la primera vez que Izquierdo visitaba el Perú. Sin embargo, esta vez, su visita tenía un fin especial. Y es que como todo buen estilista era amante de la belleza y la perfección y esa casi obsesión lo llevó a tomar la decisión de someterse a una cirugía a los párpados para lucir, así, más joven. Desafortunada decisión.
La noche del 11 de abril, Izquierdo decidió salir a dar una vuelta. El depa que ocupaba, mientras se recuperaba de la intervención quirúrgica, quedaba a escasos metros de una concurrida discoteca gay: Downtown.
Melcocha y Fortachón ya se encontraban en la esquina, sentados en unas gradas frente a la disco, aguardaban algún cliente que necesitara de sus favores sexuales. Fue en ese momento en que apareció Izquierdo. "Cuando le pasamos la voz, se sentó a conversar con nosotros un buen rato y de ahí nos invitó a tomar a su departamento", narró Melcocha a la Policía el día de su captura.
Melcocha y Fortachón ya se encontraban en la esquina, sentados en unas gradas frente a la disco, aguardaban algún cliente que necesitara de sus favores sexuales. Fue en ese momento en que apareció Izquierdo. "Cuando le pasamos la voz, se sentó a conversar con nosotros un buen rato y de ahí nos invitó a tomar a su departamento", narró Melcocha a la Policía el día de su captura.
Trago tras trago se despojaron de sus polos y se quedaron con el torso desnudo, se sintieron más cómodos, más en ambiente y ya deshinbidos por el alcohol mantuvierion relaciones sexuales. Fue, precisamente, en esos momento de intimidad que ambos jóvenes acabaron con la vida del estilista.
En pleno acto sexual, Fortachón lo cogió por el cuello. "Me fui para atrás y lo agarro... lo agarro del cuello y con las mismas caemos al piso... cayó (boca abajo) y me quedé encima de él. Mientras Melcocha lo amarraba (de manos y pies) con los pasadores de las zapatillas", contó muy suelto de huesos a los agentes.
Maniatado, Izquierdo no perdía aún la conciencia. "Ya estaba tranquilo, pues... no molestaba... estaba vivo... estaba vivo... claro solamente era para amarrarle nada más ¿me entiendes?... no decía nada... nos miraba ... nos miraba ¿me entiendes'", narraba como para que le quede claro a la Policía todo lo que ocurrió.
Quizá fueron esas miradas que el puertorriqueño les lanzaba, lo que les hizo pensar a ambos que tenían que darle la estocada final. Según Fortachón, su compinche cogió su polo negro y cubrió toda la cara de Izquierdo con él, luego amarró los extremos de la prenda alrededor de su cuello. "Con el polo viene se pone encima, yo estaba al otra lado (viendo lo que se iban a robar), echa para atrás (el polo) y le hace un nudo", detalló con frialdad.
En pleno acto sexual, Fortachón lo cogió por el cuello. "Me fui para atrás y lo agarro... lo agarro del cuello y con las mismas caemos al piso... cayó (boca abajo) y me quedé encima de él. Mientras Melcocha lo amarraba (de manos y pies) con los pasadores de las zapatillas", contó muy suelto de huesos a los agentes.
Maniatado, Izquierdo no perdía aún la conciencia. "Ya estaba tranquilo, pues... no molestaba... estaba vivo... estaba vivo... claro solamente era para amarrarle nada más ¿me entiendes?... no decía nada... nos miraba ... nos miraba ¿me entiendes'", narraba como para que le quede claro a la Policía todo lo que ocurrió.
Quizá fueron esas miradas que el puertorriqueño les lanzaba, lo que les hizo pensar a ambos que tenían que darle la estocada final. Según Fortachón, su compinche cogió su polo negro y cubrió toda la cara de Izquierdo con él, luego amarró los extremos de la prenda alrededor de su cuello. "Con el polo viene se pone encima, yo estaba al otra lado (viendo lo que se iban a robar), echa para atrás (el polo) y le hace un nudo", detalló con frialdad.
Es a partir de este momento que ambos criminales dejan de coincidir en su versión. Fortachón declaró que fue Melcocha quien le hizo dos nudos más para asegurarlo; Melchoca sostiene que fue más bien Fortachón quien lo hizo.
Sin remordimiento alguno, ambos afirman que después de hacerle esos nudos, Izquierdo se quedó quieto, pero -según ellos- no pensaron que había muerto. "La consigna era ver que tenía de valor para robarle", insistió Melcocha. Pero, la Policía no les cree. Para ellos ambos jóvenes decidieron estrangularlo para robarle, como era extranjero supusieron que nadie daría con ellos, su confianza no les permitió advertir que otros fletes como ellos los vieron ingresar al departamento del puertorriqueño.
Y, ¿cuál era el preciado botín que desencadenó la codicia de estos delincuentes? Una vez consumado el crimen, ambos procedieron a repartirse los bienes: Melcocha se quedó con el televisor plasma y un reloj de escritorio; Fortachón con un DVD, una bolsa de lona rip curl, unas zapatillas y un par de zapatos. Así como lo ha leído, este par de hampones mataron sin piedad a un incauto hombre por unas miserias. Según aseguran no se llevaron dinero porque no había, solo se levantaron las tarjetas de crédito, las cuales no utilizaron pues tuvieron que quemarlas apenas se enteraron por los diarios que el estilista había muerto. Al menos, así han declarado ante la policía.
"La verdad es que se nos pasó la mano... nada más queríamos amarrarlo para que esté quieto, para facilitar el robo... intención de matarlo nunca hubo", insistió , por su parte, Fortachón.
Si se les pasó la mano o no, si su intención fue matarlo o no, el hecho es que ambos jóvenes acabaron cruelmente con la vida de un hombre: un estilista que confiado buscó placer en la personas equivocadas.
Absurdo crimen. Roberto Izquierdo fue asesinado por robarle estos objetos.
"La verdad es que se nos pasó la mano... nada más queríamos amarrarlo para que esté quieto, para facilitar el robo... intención de matarlo nunca hubo", insistió , por su parte, Fortachón.
Si se les pasó la mano o no, si su intención fue matarlo o no, el hecho es que ambos jóvenes acabaron cruelmente con la vida de un hombre: un estilista que confiado buscó placer en la personas equivocadas.
Absurdo crimen. Roberto Izquierdo fue asesinado por robarle estos objetos.